PENSANDO en este artículo, he vuelto a ver la excelente película de Paul Greengrass ‘News of the World’ (Noticias del gran mundo) de 2020. Como está en Netflix, imagino que ya la habrá visto todo el mundo. Si no es así, recomendaría dejar de leer esta prosa tosca para disfrutar de la interpretación de Tom Hanks –siempre bueno, incluso en las cosas esas de da Vinci– y, sobre todo, de la historia: después del fin de la guerra de Secesión, el veterano capitán Kidd (Tom Hanks) viaja por los Estados Unidos de pueblo en pueblo narrando noticias. Trae periódicos de las grandes ciudades del país, de los que quedan cerca y de los que quedan lejos y, para el deleite de los desinformados lugareños, hace saber lo que ha ocurrido en el mundo.
La película de Greengrass retrata un momento primigenio de la prensa, pero ya se intuye el poder que hay detrás del manejo de la información y, también, el interés que despierta saber lo que ha ocurrido más allá del telón de acero de nuestra cotidianidad. Uno de los aspectos más llamativos de la película es la paradójica atemporalidad de las noticias que lee en voz alta Kidd. Los habitantes de aquellos remotos rincones, gente acostumbrada a una vida dura y siempre enfrentada a la muerte, escuchan noticias de hace semanas, meses, incluso años, y las reciben como sucesos que hubieran ocurrido esa misma mañana. Son noticias que ‘ocurren’ cuando son narradas y la fecha real del evento carece de importancia. Si tomamos este poético y un tanto cándido momento de la prensa como punto de partida, podríamos trazar una línea que llegaría hasta nuestros días, hasta Twitter, hasta YouTube y hasta Instagram Live. Por el camino, podríamos observar cómo los tiempos entre el suceso y su narración van menguando, pero también veríamos cómo la ilusión de los escuchantes también decae. Hacia el final del segundo tercio de este recorrido, habría muchos años donde se impondría cierto equilibrio, cierto ritmo, una suerte de coreografía informativa donde se aceptaría, de manera general, que lo que ocurriera en un día sería relatado al día siguiente.
Fue un período relativamente largo y, aunque entonces no supiéramos apreciarlo, curioso. Uno vivía cada día dos veces: uno en el presente y el otro en el relato de la jornada pasada. Cada uno de nosotros éramos nuestro propio capitán Kidd, frente a un café, sentados en el metro, en la biblioteca municipal… contándonos las maravillas del ayer (“Por eso mismo, / porque es como os digo, / dejadme que os hable / de ayer, una vez más / de ayer: el día / incomparable que ya nadie nunca / volverá a ver jamás sobre la tierra.” Ángel González) Esto ocurrió. Sí. Fue ayer, o quizá anteayer. Existía, en aquellos tiempos antiguos, la expresión “mañana saldremos en los papeles” para destacar la importancia de lo que estaba ocurriendo ahora.
Existía, en aquellos tiempos antiguos, la expresión “mañana saldremos en los papeles” para destacar la importancia de lo que estaba ocurriendo ahora
Ben Clarck
Hoy celebramos diez años de Noudiari, un medio que apostó por romper el ritmo de aquel baile informativo, que ya se había vuelto un poco monótono. La propuesta de los medios digitales era, en este sentido, absolutamente radical: el relato de la noticia debía llegar cuanto antes, porque todos necesitábamos, ya, interpretarnos desde el instante próximo, desde el nuevo ahora. Ya no podíamos permitirnos esperar a mañana para interpretar el hoy, porque hoy exigía una respuesta. Y es para mí un orgullo colaborar con Noudiari porque estuvo allí, desde el principio, como una suerte de capitán Kidd digital, veterano de las viejas guerras de las redacciones de los periódicos, dispuesto a desafiar las convenciones de los tiempos para inventar nuevos tiempos, para ofrecer esa respuesta, para construir un relato nuevo.