Fútbol de Segunda y una medalla de chocolate: los diez últimos años del deporte pitiuso
1 de diciembre de 2022
El 14 de marzo de 2020 la pantalla de nuestras vidas fundió a negro
Era sábado. Comenzaba en España un confinamiento domiciliario que duró cien días. En algunos países se habían aplicado semanas antes medidas similares, en otros llegarían algo después. Había que frenar una pandemia que antes de la Navidad anterior era apenas un asunto doméstico de la República Popular de China pero que, a las puertas de la primavera, se extendía como una mancha de aceite por todo el planeta y ya había causado miles de muertos. A pesar de que todo el mundo no pudo protegerse de la misma manera –empezando por los metros cuadrados de su vivienda–, la sensación de incertidumbre y desamparo fue generalizada. No se podía pisar la calle salvo para comprar comida, medicamentos y otros productos básicos. Meter los pies bajo la arena de una playa o perderse por el bosque, aunque fuera en soledad, también estuvo estrictamente prohibido.
La otra excepción para abandonar el domicilio, claro, eran las obligaciones laborales. Los periodistas combinamos aquellas salidas a un mundo, vacío y silencioso, que parecía sacado de aquel Mecanoscrit del segon origen de Manuel de Pedrolo que nos hicieron leer en el instituto, con algo que en Noudiari era costumbre desde que publicó sus primeros artículos en diciembre de 2012: currar desde casa con un ordenador y una buena conexión a internet. La pandemia se convirtió en un trampolín para el teletrabajo y, de rebote, subrayó la importancia que habían adquirido los medios digitales en nuestras vidas. Especialmente, los nativos, concienciados desde sus inicios en que el rigor y la profundidad debían combinarse con la inmediatez. Contarlo bien, pero contarlo pronto.

Informar cuando nadie sabe qué está pasando
El seguimiento, exhaustivo, que hicimos de todas las novedades que iba ocasionando un virus del que no sabíamos absolutamente nada durante aquellos tres meses y ocho días de clausura forzosa fue recompensado por nuestros lectores con un aumento espectacular de las visitas a la web de Noudiari. Si el papel estaba desfasado como soporte periodístico para la información diaria, los efectos del coronavirus, el ansia de saber y la necesidad de estar conectados, acabaron de evidenciar la fortaleza de los medios digitales sobre el formato físico.
Fueron meses de actividad frenética en nuestra redacción. Ser versátiles pero pequeños nos ayudó a narrar una época tan intensa que marca un punto y aparte en la Historia contemporánea. Durante el encierro, y las oleadas posteriores de casos, que trajeron nuevas restricciones, nos centramos en contar de forma cercana y fiel la labor de los sanitarios que tuvieron que contener la pandemia, atendiendo hospitalariamente a los casos más graves, siguiendo a los más leves para evitar que los contagios se propagaran sin freno. También explicamos la falta de medios, humanos y técnicos, con la que tuvieron que curar, aislar y dar esperanza a todas las personas que sufrieron una enfermedad que, de momento, ha causado 201 fallecimientos en Ibiza y nueve en Formentera. Especialmente, entre la población más mayor, con el riesgo siempre latente de que se produjeran brotes en las residencias de las islas, donde siempre tuvimos un ojo puesto para explicar qué sucedía en aquellos lugares tan vulnerables ante la covid.
Huir del desánimo a toda cosa
En paralelo, intentamos aportar algo de luz y sacar alguna sonrisa contando las pequeñas historias que en ámbitos muy distintos –la cultura, el deporte, los cuidados, la solidaridad, el feminismo, la empresa…– nos hacían, como sociedad, sacar la cabeza del pozo al que habíamos caído.
Fue emocionante darle a la tecla enter para informar de la primera vacuna que se pinchó en las Pitiüses, y de las miles que se inyectaron después. Y, por supuesto, nos mantuvimos al filo de la noticia para explicar, como seguimos haciendo hoy en día, cerca del tercer aniversario de aquel sábado de marzo que pausó nuestras vidas, los efectos que ha tenido la pandemia en nuestros bolsillos y en las cuentas de resultados de empresas –grandes, medianas y chicas– y autónomos, posiblemente el colectivo que más ha sufrido los efectos de una crisis que, gracias a la buena temporada turística que hemos tenido en Ibiza y Formentera en 2022, hemos empezado a surfear. Sin dejar, por supuesto, de fiscalizar el trabajo de las instituciones públicas para ayudarnos a paliar amenazas como la inflación, la falta de materias primas o el desempleo. Cuando el covid llegó a nuestros vidas, la prensa digital estaba allí. Cuando ha empezado a retirarse, de manera silenciosa y dejando cicatriz, aquí seguimos.